lunes, 13 de agosto de 2007

Crónica de Una Victimaria Inconclusa


Quizás, la verdad sea que lejos de ser un alma en pena en busca del amor no soy más que una malograda guarra. Y es que, si bien, casi cada encuentro que tengo con un exponente del sexo masculino me deja mal, es probable que no se deba al poco o nulo afecto que obtengo en dichos encuentros, sino a que no logro satisfacer mis requerimientos sexuales. Ello, se debería a que los “respetables” parten demasiado pronto de mi lado, con lo que no alcanzo a sentirme suficientemente cómoda para iniciar una aventura sexual, después de todo, soy mujer, necesito al sujeto durante más tiempo.
Digo esto, porque me doy cuenta que, a pesar de creer que prefiero conocer al tipo en cuestión antes de concretar, en general me aburre demasiado hablar con ellos. No me intereso por sus vidas, expectativas, sueños ni nada relacionado sólo con ellos, sino sólo con aquello que me satisface directamente como besos, abrazos, toques, etc.
La verdad es que cuando ellos me hablan sólo escucho cual Charly Brown a su maestra, a la espera del mentado contacto. Es posible que sólo me aflija el quedarme con las ganas, cuando se van demasiado pronto, o luego de algunas repeticiones cuando llego a pasarlo muy bien. El asunto es, que cuando siento ganas de tener novio lo que realmente quiero es conseguir con quien tener sexo a a la carta, en bandeja, a la hora que quiera, sin tener que buscar con quién, sin tener que hacerme la linda, sino, sexo con sólo una llamada, con sólo un guiño, y lo que es también importante, sexo sin posteriores pelambres, porque el sexo con “el novio” no se reprueba, es permitido, incuestionable, y no susceptible de causar mala reputación.
La verdad es que cuando pienso en sexo, perdón, digo en tener novio, lo que se me viene a la cabeza es conseguir todas aquellas gratificaciones corporales por años buscadas y por años privadas a mi cuerpo.
Lo asumo, siento algo de desprecio por los hombres. Bueno, no es que los desprecie a ellos como seres humanos, pero, voy a ser franca: me aburre conversar con hombres sobre la vida, sobre sus vidas, y es que son tan básicos, tan faltos de reflexión que no cabe esperar mucho de ellos. Pero, no seré injusta, porque reconoceré que algo me entre tengo con ellos cuando me hacen reír, cuando hablamos de política, indago en cómo viven ellos las relaciones amorosas y sexuales, cómo ven a las mujeres, o cuando algún tema me permite exhibir dominio y darles a entender que no son nada.
Para todos los otros efectos sólo me interesan las conversaciones con mujeres, que son con las que realmente creo se puede hablar de la vida por la capacidad reflexiva que poseen.
Sería injusto dejar de mencionar que hay algunos hombres con los cuales es posible conversar profundamente, pero estos, nunca son los mismos que los que uso para mis requerimientos carnales. Quizá, algunos hombres sólo se pueden ver como un pedazo de carne, sin sentimientos, sin algo que valga la pena conocer.

karmina

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