lunes, 13 de agosto de 2007

Víctimas de Nuestra Idiosincrasia


Alguien dijo por ahí : “tantos años de lucha contra el machismo, tanta petición y pelea por la liberación, tanta añoranza de llegar a ser mujeres libres y para qué ...para terminar deseando con fervor volver a nuestros claustros, a nuestras jaulas, para volver a ser presas, objeto y posesión de ellos, de los hombres, y lo que es peor, esta vez, por opción propia.
Quién dijo que queríamos liberarnos, y con qué cara, si al final, lo único que seguimos anhelando y casi con fervor religioso es pertenecer a alguien. Por terrible que resulte y por fuerte que suene, eso es al final del día lo que queremos, y al principio, y para qué negarlo, si es lo que pasamos deseando todo el maldito día.
Para qué tanta campaña de liberación , tanta exigencia de igualdad, tantos derechos, si al final lo único que nos interesa conseguir es un hombre que nos posea, que quiera ser nuestro dueño, que nos impresione con su fuerza, con su caballerosidad, con su arrojo. Un hombre que nos abra paso entre la gente, que nos divierta, que nos acoja, que nos calme, que nos consuele, que nos tome en sus brazos y nos asegure que somos suyas, que nos proteja de los extraños, que nos vaya a dejar, a buscar, que nos saque a pasear, etc.
Qué fue entonces del feminismo, era acaso una simple pantalla, un capricho femenino, una nueva excusa para alegar de las mujeres encerradas en sus casas ?
Desde mi perspectiva lo veo así, la culpa no es toda nuestra, es cierto que no hemos sabido adoptar con provecho los cambios sociales que nos favorecen, pero esto, no radica sólo en nuestra irresponsabilidad, sino que tiene una raíz histórica innegable y es que nuestra idiosincrasia nos ha condicionado para tal comportamiento. Se trata de lo siguiente, América Latina nunca se ha caracterizado por tener una mentalidad progresista (dentro de una concepción occidental), sin embargo a lo largo de su historia ha sido inducida, forzada o arrastrada a adoptar formas no acordes con la mentalidad de nuestros pueblos, esto, por ir constantemente varios pasos más atrás que los pueblos culturalmente dominantes. De lo anterior, somos presa también por haber aceptado creer en la superioridad de los pueblos que otrora se dijeran nuestros conquistadores, ante lo cual, automáticamente, asumiéramos nuestra inferioridad y la necesidad de recorrer un camino marcado, probado y aprobado por ellos.
Craso error, si consideramos que somos y siempre fuimos una cultura diferente, a la que no servían patrones culturales elaborados para otros pueblos, patrones que ciertamente nos quedaban “grandes”, si decidiéramos apegarnos a la lógica de la cultura dominante. Patrones que no obstante, no estaban hechos a nuestra medida, nos empeñábamos en seguir al pie de la letra para salvarnos, en la medida de lo posible, del avasallador estigma que en su época fue el salvajismo y la carencia de alma ( so pretexto del cual se persiguió, esclavizó y mató a nuestros antepasados indígenas), y que en la actualidad ha pasado a denominarse subdesarrollo (concepto que ahora nos hace alimentar constantemente la idea de la inferioridad de nuestros pueblos, que nos hace sonrojar y en el peor de los casos desechar cuanto surge bajo la impronta de nuestra propia identidad).
Así las cosas, se nos hizo imperioso, para no pasar por salvajes el asumir una postura más respetuosa de la igualdad de los sexos, sin tener consciencia en realidad de lo que ello implicaba, y sin constar en la práxis con un compromiso real de respeto hacia lo femenino. Entonces, tal como en el S XVII nuestros próceres adquirieran la última innovación en la cultura política, la “Independencia de la Corona” (que no fue tal en un comienzo), importando el modelo, sin acompañarlo del correspondiente proceso mental ni del tiempo de aclimatación para las masas que requiere todo cambio social, en la actualidad importamos cambios estructurales, sin la necesaria modificación mental que requiere un pueblo para creer en el cambio y hacerlo suyo. Fue un proceso forzado, impuesto desde algunas cúpulas progresistas sin que pasara antes por la aprobación de la masa, sin que esta se diera cuenta de la necesidad del respeto mutuo entre los sexos, y más aún de la necesidad de respeto mutuo entre los seres humanos indistintamente de su raza, religión, tendencia sexual, edad, género, ideología, nacionalidad, capacidad física (discapacidad), etc.
De esta forma, nos hemos “liberado” en la superficie, en el mundo de lo público, pero, no así en lo profundo, en el mundo de lo privado, y especialmente, no hemos aprendido a liberarnos en lo sentimental. Ahora las mujeres estudiamos más, aumentaron los niveles de alfabetización (corroborar con datos), en la actualidad se hace casi impensable no terminar la enseñanza media (corroborar con datos), cada vez son más las mujeres con estudios superiores, la cantidad de mujeres que se han incorporado al mundo laboral ha crecido de manera geométrica en los últimos XX años, han aumentado las leyes de protección de los derechos femeninos, muchas han sido las mujeres que con su desempeño han ayudado a derrumbar el mito de la menor capacidad intelectual del género femenino, cada vez son más los ámbitos históricamente reservados a los hombres en que las mujeres se internan y dan prueba fehaciente de su idoneidad, nos casamos más tarde que temprano, nos autofinanciamos, vivimos solas, estudiamos, trabajamos, parecemos dueñas del mundo, y sin embargo, seguimos reduciéndonos en nuestro desarrollo integral, seguimos congeladas en las expectativas de conocer al hombre de nuestras vidas, concepto de hombre que sólo existe en los cuentos de hadas y en los discursos puritanos de padres y madres que desean conservar la “buena reputación” de su hija a fin de entregarla libre de mancha al hombre que la despose. Y así permanecemos, unas activas y otras pasivas, esperando encontrar nuestra media naranja, porque no nos reconocemos como personas íntegras, sino incompletas, programadas culturalmente para desarrollar principalmente las características asociadas a lo femenino en detrimento de aquellas atribuibles en mayor medida a lo masculino, de manera tal que vagamos por el mundo en busca de quien pueda suplir nuestras carencias afectivas, físicas, monetarias, intelectuales (por la diferencia de modus operandi para resolver las cosas), etc.

Karmina

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